Ayotzinapa.El rostro de los desaparecidos by Tryno Maldonado

Ayotzinapa.El rostro de los desaparecidos by Tryno Maldonado

autor:Tryno Maldonado [MALDONADO, TRYNO]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Grupo Planeta - Mxico
publicado: 2015-10-06T05:00:00+00:00


LA NOCHE EN QUE NADIE DUERME

La mañana del sábado 27 de septiembre de 2014, Hilda Hernández entró muy temprano a su empleo de domingo a domingo en la tienda Coppel del centro de Huamantla. No se despidió de su esposo para evitar despertarlo. Mario González padecía los estragos de la fiebre tifoidea.

Hilda se vio obligada a tomar las riendas de la economía familiar. A pesar de las protestas de Mario, su orgulloso marido, había conseguido el primer trabajo de su vida fuera de las labores domésticas. Fueron días de búsqueda repartiendo solicitudes de empleo que aprendió a rellenar de puño y letra a base de prueba y error. Estaba a punto de claudicar cuando recibió la llamada del departamento de recursos humanos de las tiendas Coppel. Sintió un alivio indecible.

Temprano, a primera hora, antes de que abrieran las puertas de los almacenes, Hilda se presentó en el número 110 de la calle Morelos con una carpeta amarilla recién comprada en la única papelería abierta a esa hora, cerca del parque Juárez. Era la documentación que le habían pedido en el departamento de recursos humanos. La calle estaba desierta. Algunas palomas surcaban las banquetas buscando comida. Hilda se había puesto su mejor blusa.

La recibieron y tomó asiento delante del escritorio de la encargada de recursos humanos. Las paredes estaban tapizadas con los retratos de los empleados del mes, así como de dos marcos de yarda negra con la visión y la misión de las tiendas Coppel. Estaba nerviosa. Más de cuarenta años y ése iba a ser su primer empleo fuera del hogar. ¿Sería buena para desempeñar algún trabajo después de tanto tiempo? ¿No era demasiado vieja para comenzar? Le sudaban las manos.

Pero Hilda estaba decidida. Lo haría por la educación de sus dos hijos normalistas.

Debido a la enfermedad de Mario, su marido, el costo de los estudios de sus dos hijos recaían de pronto en la responsabilidad de portar la placa de plástico chapado con el logotipo en forma de llave de la empresa Coppel. Todas las noches lo lustraba. Un objeto sin valor pero altamente preciado por Hilda. Faltaban días para que lo perdiera.

Aún amodorrada, los parpados entrecerrados, la mañana del 27 de septiembre Hilda Hernández tomó un baño con agua fría. No había podido juntar los 262 pesos para rellenar el tanque de gas. Mordisqueó un pan dulce de la noche anterior en la cocina y bebió una taza amarga de Nescafé con cuidado de no manchar la blusa color crema ni el chaleco azul marino de su nuevo uniforme. Ese día en Huamantla había neblina y el ambiente era húmedo. Las mangas del uniforme, cortas. Hilda se estremeció. Volvió a la recámara por un chal blanco con el que se abrigó provisionalmente y que, ya en la tienda, se quitaría porque estaba prohibido. Cuando salió a la calle, la placa rectangular abrochada al pecho refulgió como un metal precioso en el que habían grabado su nombre. Hilda estaba orgullosa.

A pesar del clima, tenía la seguridad de que sería un día estupendo.



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